jueves, 30 de junio de 2022

CONCURSO LITERARIO JOAQUÍN TURINA PRIMER PREMIO CATEGORÍA 1 Y 2 ESO

¡Enhorabuena, Víctor Félix Martí, de 1 ESO B! Gracias por este excelente cuento. ¡Disfrutadlo!

MARGARITA

Margarita se levantaba, como todas las mañanas, con dolores de espalda, rodillas y cadera. Ese día, como todos los domingos, su familia iría a verla, era su momento favorito de la semana y lo esperaba con ansias. Caminó por el largo pasillo de paredes de gotelé blanco, decoradas por viejos cuadros y una antigua cómoda donde se exponían algunas fotos, joyas e incluso su anillo de compromiso. Llegó a la cocina, donde se sentó a beber un vaso de agua y tomar un pequeño desayuno. Mientras se llevaba una tostada a la boca sucedió algo inesperado, sonó el timbre de la casa. Margarita se dirigió a la puerta y la abrió lentamente, para descubrir a un risueño trabajador de Fenosa, la compañía de gas que tenía contratada en su hogar, él vestía un chaleco naranja de la compañía y mostraba un rostro amigable que generaba confianza. Margarita dejó pasar al trabajador e incluso le preguntó varias veces si necesitaba algo.


Tras apuntar algunos datos mientras miraba al contador de gas el trabajador esbozó una mueca de molestia y pidió permiso a Margarita para usar el cuarto de baño. Mientras se alejaba por el pasillo, Margarita esperaba pacientemente. Pasados unos minutos, el trabajador volvió, le dió las gracias a Margarita, recogió su libreta y se marchó. Margarita acabó su desayuno y regresó a su habitación para arreglarse. Mientras caminaba por el pasillo advirtió que encima de la antigua cómoda no había nada más que las fotos. Buscó por el suelo su anillo de compromiso, pero no lo encontró, tampoco encontró las joyas que su difunto marido acostumbraba a regalar a Margarita en sus cumpleaños. Ella le echaba de menos, hacía ese año una década desde que un trágico accidente se lo arrebató, y aún brotaban las lágrimas desde sus ojos cada vez que lo recordaba. Margarita se arregló, convencida de que estaba mayor y no era capaz de verlo. Fue a preparar la comida, como todas las mañanas de domingo, pero cuando miró el reloj, advirtió que no le daba tiempo, que su hijo estaba al caer, así que sacó unos filetes congelados del frigorífico y los echó apresuradamente a una sartén repleta de aceite hirviendo. También preparó una ligera ensalada con lo que fue capaz de encontrar en la despensa.

Su hijo timbró y Margarita se sobresaltó, luego corrió a abrir la puerta. Dejó pasar alegremente a su hijo, su yerno y su precioso nieto, que entraba hablando por el móvil y apenas la saludó. Se sentaron en el salón antes de comer y charlaron sobre temas de lo más banal, hablaron sobre el tiempo y criticaron la gestión de los políticos, realmente no importaba quién estuviese en el poder, siempre era un buen momento para criticar a los políticos. Su nieto no participó en ninguna conversación, cuando su abuela le preguntó qué tal le iba en el colegio, él respondió de mala gana que ya estaba en el instituto y que estaba muy ocupado, porque había perdido "fologüers" y necesitaba ponerle un filtro a un "selfi", ella no entendía el vocabulario de su nieto, pero le prestó atención en todo momento, sin atreverse a decir que no le comprendía. Al poco tiempo se formó un silencio incómodo y todos sacaron sus teléfonos móviles; bueno, todos no, Margarita no tenía, así que dirigió la mirada al balcón, maldiciendo al sol, que nunca daba en su terraza, y como consecuencia, el médico la regañaba por estar falta de vitamina D, pero qué iba a hacer ella, apenas aguantaba el camino desde su habitación hasta la cocina, era prácticamente impensable para ella salir a caminar a la calle sola. Mientras comían, Margarita comentó la desaparición de su anillo y sus joyas, ella estaba bastante triste, era de lo poco que le quedaba de su Marido, y ahora ya no lo tenía, se sentía realmente devastada.


  • ¿Y sabes si se te pudieron caer al suelo? - preguntó su hijo con una mueca de superioridad acompañada de una voz lenta que transmitía pena, como si hablase con una persona extremadamente inferior -, a tu edad es normal que no te des cuenta de algunas cosas.


A tu edad, esa maldita frase que resonaba en su cabeza todos los días desde hacía mucho tiempo. Esa frase que tantas veces la había llevado a la desesperación. Era ya una anciana, se sentía estúpida, sentía que no valía para nada, que solamente era una carga.


  • Estoy segura - afirmó -, miré debajo de cada mueble y no están.

  • ¿Y pudo habérselas llevado alguien? - preguntó con interés y preocupación su yerno -, es poco probable, pero hay que valorar todas las opciones, ¿no?

  • Ahora que lo dices… - comenzó Margarita con cara de confusión, pero su cara se transformó de repente en un gesto de tristeza - No, por supuesto que no, quién iba a entrar a la casa de una pobre anciana pensionista.

  • Exacto - completó su hijo -, ha sido obviamente un despiste, ¿verdad?


Margarita asintió con la cabeza, su hijo siguió comiendo con normalidad. Su yerno le dedicó una mirada fulminante a su nieto, que estaba ahora con el teléfono en la mano, navegando por las redes sociales y sin prestar siquiera un ápice de atención. El joven resopló, miró a su padre enfadado y guardó el teléfono. Cuando acabaron de comer, Margarita recogió la mesa y sus familiares tomaron asiento en el sofá, sacando de nuevo, todos un dispositivo móvil; bueno, todos menos Margarita, que en ese momento estaba fregando los platos. Unos minutos después, cuando hubo acabado de fregar, Margarita caminó hasta el baño y, tras hacer sus necesidades, fue a tirar de la cisterna, pero una cartera de cuero tapaba el tirador. La cogió y examinó su contenido, dentro encontró una identificación, algo de dinero en efectivo y un par de tickets usados de la compra. Miró el carné para comprobar quién era el dueño de esa cartera y encontró la foto del hombre del gas, con ese gesto risueño y repulsivo, que antes le generaba simpatía y ahora, consciente de que él le había robado sus joyas, un sentimiento de asco abrumador. Ella lo tenía claro, iba a devolverle la jugada, aún no sabía cómo, pero lo haría.


Regresó con su familia y se sentó en su sillón, con la cartera en el bolsillo del pantalón, tramando cómo podría vengarse de tan ruín y, también hay que decirlo, patético, individuo. Al poco tiempo su hijo se marchó y ella volvió a quedarse sola. Sacó la cartera del pantalón y la agarró con fuerza entre sus dedos. Tras unos minutos de reflexión, decidió llamar a la compañía del gas a preguntar por este ladrón. La llamada la contestó una chica algo desagradable, su voz era lenta e, incluso, algo artificial, debía de llevar horas ahí, se ceñía a un guión y simplemente le indicaba qué teclas pulsar, cosa que le costó a Margarita porque ella no veía bien y confundía los números del teclado. Tras unos minutos pulsando teclas y una eternidad de música relajante de espera, acabó hablando con una tal Sonia, que al fin le confirmó que no conocían al supuesto trabajador del gas. Margarita apretó la cartera en su mano, y dirigió la mirada a la puerta.


Margarita pensó que, posiblemente, el estafador aún no sabría que ella había descubierto quién se llevó sus joyas. Abrió de nuevo la cartera con delicadeza, para encontrar, en uno de los muchos bolsillos y compartimentos de la pieza, las tarjetas bancarias del estafador. Esos jugosos rectángulos de plástico que posiblemente contuviesen todo el dinero que este hombre habría estafado, que, a juicio de Margarita, no sería poco. Pensó que para engañar a una anciana de una forma tan fría, haría falta experiencia. Margarita trató de imaginar en qué estaría haciendo en ese preciso instante estafador. Posiblemente estuviese en un coche de lujo yendo a comer caviar, o tal vez disfrutando del atardecer en una mansión, puede que incluso durmiese ahora mismo en un vuelo a Londres. Margarita le dió bastantes vueltas a cómo vengarse de tan despreciable sujeto, sin sacar mucho en claro, hasta el punto que decidió que lo mejor sería esperar, esperar a que volviese a por su cartera, y entonces vengarse.


La anciana caminó indignada hasta la cocina. Su cocina no era muy espaciosa, el suelo de azulejos blancos tenía una tonalidad gris debido a la suciedad, los techos y las paredes necesitaban una mano de pintura, porque la capa beis de gotelé que tenían estaba vieja y desgastada, la encimera de mármol tenía un tamaño bastante reducido y apenas tenía electrodomésticos, seguía necesitando fregar a mano toda la vajilla. En un lateral de la cocina una mesa auxiliar verde hacía las veces de comedor cuando estaba sola, que era la mayor parte del tiempo. Se agachó junto al congelador con bastante dificultad, su dolor de rodillas había empeorado. Abrió la puerta y sacó un recipiente pequeño lleno de caldo de pollo, lo dejó sobre la mesa para descongelarlo y, tras cerrar de nuevo la puerta se sentó a descansar en una silla cercana. Cuando hubo recuperado fuerzas, volvió al salón, y decidida a relajarse y olvidarse de este día tan pésimo, agarró el mando a distancia y encendió la tele. En ese momento empezaba el telediario. Tras dar las noticias más relevantes del día, empezaron con una terrible tertulia que se extendió bastante, Margarita se durmió, estaba cansada y ante la escasa información que aportaba en ese momento el telediario, no pudo resistirse al sueño.


  • En el barrio madrileño de Chamberí sorprendía esta tarde a los vecinos una terrible explosión de gas que ha acabado con la vida de dos personas - comenzaba la presentadora, despertando a Margarita -, tenemos videos de los instantes anteriores a la explosión.


Margarita se recostó, el video consistía en un trabajador del gas tocando a la puerta de la vivienda, luego entraba, mirando a cámara, después abría la caldera y la vivienda se convertía en una enorme bola de fuego. Margarita vio que le sonaba de algo el difunto joven, y luego comprendió que nadie volvería a por esa cartera, que su anillo era ahora otro resto de un incendio.

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